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Si pasas por aquí a leer, te agradezco si dejas tu comentario. Si lo que dije, escribí, te gustó, te interesó, te hizo sentir algo, te llamó la atención o te dejo indiferente, o también si te aburrió, te disgustó, o molestó.

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-- Timidez redimida - -
Posted:Jul 25, 2019 9:17 am
Last Updated:Mar 10, 2022 4:19 pm
7872 Views

-- Timidez redimida --

Tan incrédulo y racionalista como soy, y de pronto resulta que los milagros existen. Había fantaseado muchas veces con que esta situación se hiciera realidad, pero mi mente racional la mantenía en el espacio virtual donde nació, para no crear vanas esperanzas. El caso es que se había creado una admiración mutua, por diferentes motivos, y manteníamos una comunicación continua, aunque intermitente. Eso sí, siempre a través de la página donde ambos publicábamos. Mejor debería decir donde tu publicabas, porque yo era un coleccionista sin publicaciones propias. Si hago memoria, creo que yo solamente había compartido una fotografía, y fue en privado, para una prueba que necesitaba hacer. Y fue una foto muy formal en la oficina, sin el saco, pero bien atildado como es mi costumbre. Por mi parte, todo lo demás fueron siempre palabras para sus colaboraciones, palabras de cortesía, de admiración, de pasión, de agradecimiento, de exaltación de tu hermosura y voluptuosidad, y puede que incluso de cortejo.

Sabía que la distancia entre ambos era casi infinita. Por mi situación personal no podía viajar solo, y la posibilidad de un encuentro era una utopía. Y nos separaba todo un océano lo que hacía que no se dieran las condiciones para un encuentro fugaz. En tu caso era un misterio, porque te expresabas más con la imagen que con las palabras, aunque siempre agradeciste las mías que sentías especiales y distintas dentro de la selva de comentarios que te llegaban. A pesar de ello, mis comentarios, historias, estaban creados a contracorriente de ese destino imposible, y creyendo en que la utopía era realizable, o al menos fantaseando con ello. Historias que hablaban de encuentros entre ambos, de compartir el lecho y sentirse mutuamente. La oportunidad de vernos, observarnos, explorarnos cada milímetro de nuestros respectivos cuerpos. De acariciar y sentir la piel, sus olores y sabores, los más dulces y los más acres, pero todos excitantes. De poder tocarnos mutuamente y sentir la libido y el deseo que eso despertaría en nuestros cuerpos. De labios que se besan, de vecindades con derechos íntimos, de dos cuerpos que transpiran, se calientan y humedecen y suspiran por el uno por el otro.

Pero el destino, el azar, es caprichoso, y un día saliendo de tu habitual silencio me enviaste un escueto mensaje. "Viajo a tu País". En realidad, creo que nunca te había dicho de donde era ni lo había mencionado, o insinuado, en alguna de mis historias, pero estaba claro que mi prosa, un tanto pesada, me delataba y sólo podía ser de la llamada "madre patria". "¿Cuándo, dónde, cómo?" Te conteste apresuradamente atropellando mis palabras por la sorpresa y el deseo de un posible encuentro. No fue hasta el día siguiente que me respondiste: "La próxima semana. Viaje de trabajo a Madrid. Mi jefe se accidentó y me tocó a mí sustituirle". Se me aceleró el pulso. No sólo viajabas a mi país sino a mi ciudad. "Ya que vienes a mi ciudad, no podemos dejar de vernos, te enseño algunos rincones de la ciudad y te invito a un café". Inmediatamente empecé a repasar la posible agenda de mi siguiente semana para ver cómo podía liberarme al menos un par de tardes, a ser posible un día entero, y hasta estuve meditando posibles enfermedades imaginarias para faltar al trabajo. Seguimos hablando del asunto y afinando alternativas. Al final resulto que tu agenda era más apretada que la de un presidente de gobierno. A duras penas tenías una tarde libre y acordamos vernos en tu hotel. Cómo un hábil delincuente, preparé mis coartadas, visita al médico en el trabajo, y entrega de proyecto sin hora de finalización para el hogar, y una hora antes de cita ya estaba esperando en bar de tu hotel. Sentado estratégicamente para ver pasar a los clientes del hotel camino de recepción e intentar descubrirte al llegar. Supuse que llegarías antes y pasarías por tu habitación para ponerte cómoda después de tu agotadora jornada, y vigilaba con atención la zona de entrada, pero el tumulto de turistas de un viaje organizado que protestaban a su guía por un desastroso día me impidió ver cuando llegaste de vuelta al hotel.

Habíamos mantenido el misterio, y seguíamos sin ponernos cara, pues confiábamos en que nos reconoceríamos mutuamente. Diez minutos antes de la hora convenida te vi entrar en el bar, te detuviste y miraste a tu alrededor buscando donde sería bueno sentarte, se notaba que confiabas haber sido la primera en llegar. Aquella sólo podías ser tú, no podía ser otra. Unos pantalones vaqueros (de mezclilla, me corregiste luego) que se ceñían a tu cintura y caderas resaltando tu figura, tus admiradas curvas, y una camiseta de tirantes que se pegaba a tu cuerpo como una segunda piel que luchaba por contener los pechos que tantas veces había soñado. Entonces descubrí unos preciosos ojos y tu pelo negro todavía humedecido de la ducha. Tu silueta como un reloj de arena que tantas veces había descrito para ti, resultaba todavía más sensual y voluptuosa en persona. Mis nervios, que había ejercitado toda la tarde para mantener la calma, afloraron como un avispero enfurecido, mi corazón se aceleró frenéticamente, y casi podía sentir el fluir de la sangre a borbotones. El sudor empezó a empapar mi cuerpo, y rezumaba por mi frente. Sólo pensar que éramos "viejos" desconocidos me ayudó a darme fuerzas, aunque mil ideas bullían en mi mente temiendo una respuesta negativa.
Me levanté, me sequé la frente y me acerqué hasta ti.
- ¿Galletita? - pregunte con voz temblorosa, utilizando el nombre de tu blog
Me miraste, viste mi traje, mi extravagante "corbata de lazo" y con la certeza de que no podía ser otro respondiste:
- Hola mi galán - dijiste con un dulce tono de voz - Nunca defraudas, vienes muy elegante
- Ya sabes que no podía ser de otra forma, si no como me ibas a reconocer - conteste sintiendo como se enrojecía mi cara, a lo que me respondiste con una risa - ¿Qué tomas? - te pregunté invitando a sentar en la mesa que ocupaba.
Iniciamos una conversación un tanto banal, y mi mente quería adivinar, más bien imaginaba, que estarías pensando de mí. La decepción que te habría causado la apariencia del juntaletras, al que tratarías con cortesía por deferencia. Tu belleza, tu dulzura, eran el picahielos que despedazaba el hielo que me atenaza en estas situaciones. Sonabas cercana, sincera, sentí que realmente me apreciabas y me llenaste de confianza. Al cabo de unos minutos sentía que podía hablarte con la misma confianza con que te escribía. Estuvimos hablando largamente hasta que de pronto interrumpiste. "Sabes, tengo que subir a mi habitación" dijiste. El momento natural tenía que llegar y me apresuré a prepararme para la despedida. "Ha sido un placer poder conocerte en persona, y ver que todavía eres más guapa". Cuando me acerqué para darte un par de besos de despedida en la mejilla, te acercaste más a mí hasta que pude sentir el calor de tu cuerpo, y tus pechos rozando mi pecho. Me agarraste la mano y me dijiste al oído: "¿No me vas a acompañar, después del viaje tan largo que he hecho?" Mi corazón palpitaba como el motor de un bólido, y apenas pude decir: "Esta tarde te acompaño al fin del mundo si hace falta". Me deje llevar de tu mano y nos dirigimos al ascensor. A pesar de la confianza, mis nervios, mi timidez, mi no querer echar a perder aquella tarde de agradable charla, me habían impedido decirte lo que más anhelaba aquella tarde, y que a ti debo se hiciera realidad.

En el ascensor te pusiste detrás de mí, me abrazaste por la cintura y te acercaste a mi oreja para susurrarme muy dulcemente: "No sabes que ganas me entraban y como me ponía de excitada cada vez que me escribías". Intenté girarme, pero apretaste tus brazos con que me rodeabas y no me dejaste. "Sólo quiero que me hagas sentir lo mismo ahora". "Lo mismo no" repliqué con el hilo de voz que apenas conseguía articular por ese cóctel de timidez y excitación que me embriagaba. Aflojaste tus brazos sorprendida, un tanto enojada, y mientras te separabas de mi cara continué: "Tiene que ser mucho más". Volviste a apretarme entre tus brazos con más intensidad, pegaste tu cuerpo al mío, y mientras susurrabas un "mmmmmmm, lo estoy deseando" en mi oído, podía sentir tu cuerpo muy pegado al mío, tus pechos pegados a mi espalda, y mi creciente excitación que ya abultaba el pantalón y no pasó desapercibida a una mujer que entro en el ascensor. Buscaste con tu mano que había atraído la mirada de aquella mujer y cuando topaste con el bulto se te escapo de los labios un pequeño grito de sorpresa: "¡oh!", que hasta hizo girar la cabeza a la señora y nos provocó una ligera risa cómplice.

Al llegar a la quinta planta, dejamos a la mujer en el ascensor ¿Llena de envidia, quizás? y procurando respetar las normas y las formas, llegamos hasta la puerta de tu cuarto. Mientras buscabas la tarjeta para abrir, me pegué a ti y sentiste como el bulto se acomodaba entre tus nalgas. Nada más cerrar la puerta, en el pequeño pasillo de entrada todavía frente a la puerta del baño, nos besamos contra la pared. Juntamos nuestros labios, nuestras bocas, nuestras lenguas, que se exploraban con frenesí liberando la tensión que habíamos acumulado en los últimos minutos. Mis manos se agarraban a tus caderas, tus piernas, buscaban tus nalgas, y una de tus brazos quedó entre nuestros cuerpos comprimiendo tus pechos que desbordaban el escote, para que tu mano pudiera buscar el bulto en mi pantalón. Me llené del delicioso sabor de tu boca, y siento que podría haber estado horas saboreándote, pero tus manos empezaron a luchar con mi saco. "Permíteme", te interrumpí. Pasamos al interior de la habitación, me quité el saco y cuidadosamente lo dejé en el respaldo de la silla, añadí mi pajarita y me quité los zapatos. Dejé que te quitaras la camiseta, pero con un gesto te hice entender que quería ser yo quien te fuera desnudando. Nos acercamos, y entre los dos desabrochamos los botones de mi camisa que dejé sobre la silla mientras enredabas tus dedos entre el vello de mi pecho, antes de comenzar a desabrochar mi cinturón y buscar que se ocultaba bajo el bulto de la tela. Saltándote los turnos, me bajaste de una vez pantalón y el boxer, lo que hizo saltar como un resorte mi excitadísima verga. La acariciaste con tus uñas, dibujaste el camino de las venas, y me sopesaste las bolas antes de darle un casto beso en la punta y decir mientras me mirabas de refilón: "Me encanta tu polla" (palabra que no había imaginado utilizaras hasta ese momento). Te tomé de las manos invitándote a incorporarte, y cuando estabas completamente levantada, llevando mis manos al botón de tu pantalón te susurré: "mi turno galletita". Tuve que luchar un poco, pues no estoy acostumbrado a pantalones tan ajustados, y una vez desabrochado me dejé ayudar por ti para que la cintura del pantalón superara las sinuosas curvas de tus nalgas. Liberado ese delicioso escollo, deslicé mi mano desde tus nalgas, por tus caderas y fui empujando el pantalón hacía los pies, en una caricia infinita, sintiendo cada poro de tu piel en mis dedos y la palma de mis manos, hasta que sólo quedaron tus braguitas rosas. Mi cara quedó frente a tu vientre que había quedado marcado por el pantalón, lo que me hizo recordar una de tus fotos, y besé, toqué y acaricié todos y cada uno de los pliegues que el pantalón había dejado marcado en tu piel. Me resultaba tan excitante. Acerqué mi nariz entre tus piernas, e inspiré el aroma que se desprendía entre tus piernas y que mi mano comprobó ya empapaba tu braguita. Me puse en pie y liberé tus pechos que se dejaron llevar libremente por la gravedad. Los tomé entre mis manos, los agarré, los manoseé, mientras lamía y chupaba tus pezones enardecidos, hasta que escapaste de mis manos cuando te dejaste caer sobre la cama entre risas.

Me quedé mirándote, extasiado por las curvas de tu cuerpo con el que tantas veces había fantaseado al ver tus fotos y que ahora tenía ante mí, para mí. "Te vas a quedar mirando" me dijiste con una sonrisa pícara y a continuación te giraste boca abajo mostrándome tu culo. Me acerqué a la cama, mis manos subieron por tus muslos, disfrutando del tacto de tu piel, apretaron tus nalgas deslizándose bajo las braguitas y subieron hasta tu cintura para deslizarse de nuevo bajo la tela de tus braguitas, empujándolas hacía tus pies para desprenderte de la última prenda que quedaba y quedarnos ambos completamente desnudos. Al notar mi intención, te pusiste de rodillas para facilitar mi tarea, a la vez que me ofrecías tu culo y caderas como a un niño es más dulce de los caramelos. Acaricié, besé, mordisqueé con suavidad tus nalgas y tus caderas. Lamiendo cada poro de tu piel, disfrutando del camino marcado por las líneas dibujadas en tu piel que me llevaron al valle entre tus piernas hasta para dar con tu tesoro. Tu coñito de labios hinchados y humedecidos del rocío de tus fluidos, néctar de la flor más deliciosa que empapó mis labios y llenó mi boca de tu sabor. Sentías mi boca, mis labios, mi lengua recorrer tu coñito lamiéndote, chupándote, llenándome de tu sabor más íntimo, hasta tocar tu clítoris hinchado que escapaba de su capullo protector. Los labios de tu coñito se entreabrían como las alas de una mariposa dejando que mi lengua se deslizara dentro de ti hasta que tu boca no pudo dejar que escaparan un gemido tras otro, una ola de placer recorrió tu cuerpo que, a la vez que fluían tus juguitos empapando toda mi barba, palpitaba y se agitaba hasta que extasiada te dejaste caer tumbada a lo largo de la cama. Me tumbé sobre tu espalda, empapada en sudor, y sentiste como mi polla se deslizaba entre tus piernas hasta mojarse con los jugos que escurrían entre los labios de tu coñito. Y acercándome a tu oído te susurré: "Nos sabes las ganas que tenía de poder estar contigo y verte gozar".

Mientras recobrabas un ritmo menos agitado nos acomodamos de lado, tus manos bajo la cabeza, el cuerpo ligeramente flexionado y el mío acomodado al tuyo, mi pecho en tu espalda, mis piernas pegadas a tus piernas, y mis brazos rodeando tu cuerpo para que mis manos acariciaran tu cara, tus caderas, tu vientre, tus pechos con los pezones tan excitados que parecían querer reventar. Algo menos agitada, pero con más deseo que antes, entreabriste las piernas y buscaste con tu mano a tientas hasta palpar y sentir mi falo excitado, erecto como un mástil y dijiste: "Lo quiero dentro de mí. Todo".

Te giraste hasta quedar boca arriba y abriste las piernas para que me acomodara entre ellas. Contemplaba como brillaba tu coño con los jugos que lo empapaban mientras me ponía el condón (si uno desea que su fantasía se haga realidad, al menos debe ir preparado), y al acercar mi verga entre los labios de tu coño se deslizó penetrándote hasta que no quedó un milímetro fuera de tu cuerpo. Un suspiro, un gemido, salió de tu boca acompañando el movimiento hasta sentirte completamente ensartada y llena de mi polla. Encogiste tus piernas y luego rodeaste mi cuerpo con ellas para no dejarme escapar, y rítmicamente iniciamos ese movimiento sensual de va y ven, entrar y salir, buscando el placer mutuo. Oíamos nuestros cuerpos chocar, el gorgojear de tus jugos. Yo notaba como me deslizaba con infinita suavidad dentro de ti, atraído por el calor que manaba de tu interior, rozándote toda por dentro, y me concentraba en aquellos instantes en que más gemías, y me sentías con especial excitación dentro de ti.

Tu boca entre abierta no dejaba se suspirar, de gemir, veía tus mejillas enrojecidas de excitación, al igual que los labios y tus pezones que se habían tornado de un tono más intenso, y el sudor transpiraba por todos los poros de tu cuerpo. En cada embestida sentías mis huevos golpearte, tus tetas se agitaban y tus gemidos llenaban la habitación, probablemente toda la planta del hotel. Todavía no soy capaz de saber cuántos orgasmos tuviste aquel día. Yo me regulaba, detenía levemente mi ritmo, o la forma de penetrar, no quería terminar, te quería seguir viendo, sintiéndote gozar, lo que provocaba en mí una mayor excitación. Fruto de esa tensión y excitación tuve uno de los orgasmos más intensos y excitantes de mi vida. Me quedé sin fuerzas, me temblaban las piernas, y tan sólo podía abrazarme a tu cuerpo. Así quedamos los dos: yacientes, entrelazados, exhaustos, empapados en sudor, y vaciados de nuestros íntimos fluidos que nos habíamos entregado mutuamente.

Cuando me contaste tu viaje sorpresa y hablamos de la posibilidad de vernos, sólo habíamos previsto citarnos aquella tarde de jueves para tomar un café y quizás cenar, pero ni en nuestras más atrevidas fantasías hubiéramos imaginado como nos gozamos y disfrutamos aquel día. Cuando me tuve que marchar quedamos de vernos de nuevo el día siguiente. Aunque para esa segunda cita me dijiste que subiera directamente a tu cuarto, y con ironía añadiste: "no se te olvidará el número verdad". Cuando toque a la puerta, me estabas esperando vestida sólo con tus braguitas de leopardo, y una camiseta que transparentaba tus pezones ya excitados. Fue imposible que no nos citáramos también la mañana del sábado, y la pasamos encerrados en tu habitación hasta que llamaron cinco veces de recepción, donde habías dejado aviso para no perder el vuelo de regreso, como casi pasó.
1 comment
Lo que (no) fue
Posted:Apr 16, 2019 7:06 pm
Last Updated:Mar 8, 2022 5:29 pm
8016 Views

--- Lo que (no) fue ---

Cómo en la vida real, es difícil predecir de antemano dónde y cuándo te vas a encontrar con alguien con quien congenies. Casi podría decir que es incluso más difícil e impredecible en estos mundos virtuales orientados a las relaciones esporádicas, entre extraños, dónde una declaración de intenciones en un perfil y unas fotos, las más de las veces alejadas de la realidad por antiguas o simplemente por no ser el retratado quien está detrás del perfil, deben servir de guía para descubrir intereses y afinidades mutuas. A pesar de ello siempre he puesto mi empeño en hacer caso de esa guía y procuro contactar sólo con mujeres con quienes a priori pueda existir un interés común. Lo primero por no molestar y después para no desperdiciar el tiempo propio y ajeno.

No siempre hay mucha información disponible, o una foto, y tan solo el nombre con que nos bautizamos virtualmente y unas breves palabras las que, quizás por intuición o por la calentura del momento, despiertan nuestro interés en alguien. Y precisamente eso fue lo que pasó con ella. Sin foto, un perfil sin rellenar, tan sólo la describía y ubicaba su nombre, y sus ganas de aventura en un brevísimo estado. Pero había algo que me atraía. La escribí sin fortuna, un par de veces, y al siguiente intento me contesto e iniciamos una charla. Le conté que me había atraído el misterio de su perfil, y nos comentamos brevemente nuestras razones o intereses para estar por aquí. Compartíamos la condición de emparejados, aunque me dijo preferir a los solteros por la libertad, de pronto sentí que faltaba nada para que me cerrara la conversación, pero a mi pregunta me confesó que era sólo una preferencia. Le pregunté por otras preferencias que tuviera, y me dijo que buscaba alguien atrevido. ¿Atrevido? Por un momento me vi como Hércules, no con su porte, sino superando pruebas imposibles y con el la meta siempre lejana. Los deportes de riesgo nunca han sido lo mío, que soy más de entornos confortables, y bromeé sobre ello intentado esquivar la prueba. "No hay que ponerse límites", me dijo.
- A mi me seduce más una habitación con una cama confortable que ser devorado por las hormigas en una pradera. - le dije - Eso sí, si te tuviera delante, disfrutaría y te haría disfrutar de cada cm de tu cuerpo
- Tu crees - me contesto desafiante
- Eso creo - le dije, ahora sí ungido por el espíritu del Hércules victorioso - ¿Quieres probarlo?

De pronto, su actitud inicialmente defensiva se torno en tentación. Comenzó a preguntar por la posibilidad real de encontrarnos. Intercambiarnos ubicación, horarios tentativos, e incluso la posibilidad de quedar en su casa.

- ¿Qué te apetece que pase cuando entré en tu casa? - le pregunte
- qué harías tu - me contestó haciéndose la gallega
- Lo primero te miraría, de arriba a abajo. Te daría dos besos. Aprovecharía y tocaría tu piel, te sentiría. Si se rozan nuestros labios, te besaría. Dejaría que mis manos conocieran tu cuerpo. Tu cintura, tus caderas, tus nalgas, como exploradores dibujando un mapa. Sintiendo tus pechos rozando contra mi pecho. - mi mente volaba pensando en el momento.
- ¿Cómo irías vestida? Formal, un vestido, un pantalón. ¿Ropa cómoda de casa?
- Te serviría una copa al llegar.... - me dijo cediendo el turno de nuevo
- Me pego a tu espalda mientras sirves la bebida, me pego a tu culo, y mis manos acarician tu cuerpo, sienten tus pechos que comienzan a erizarse. Paso una mano pasa bajo el escote y acaricio la piel de tus pechos. Busco tus pezoncitos que se endurecen al rozarlos, y mi otra mano te abraza por el vientre. ¿No sigues sirviendo la copa?... - le cedí el turno siguiendo su juego de puntos suspensivo
No dijo nada, pero me contesto con una foto en lencería, que me excitó sobremanera en ese momento y me dejo mudo.
- Ya imagino la sensación al meter la mano bajo el vestido y sentir las medias y el liguero
- Te pareceré una loca - me dijo - soy una mujer casada
- Me pareces una mujer maravillosa, que se gusta, que se quiere, y que quiere disfrutar. Hermosa y sensual. Si es eso es ser libertina y loca, me lo parece y me gusta.
- ¿Puedes ahora mismo? - Me contesto de improviso

Nada me pudo doler más en ese momento, pues mi deseo era salir corriendo a verla pero esa tarde mi condición me tenía retenido sin escapatoria.
- ¿Mañana? Ahora me es imposible, por mucho que lo desee. Y ya lo habrás notado por mis palabras. Contesté.
- Hablamos mañana a las 12 en punto me dijo
Antes de que dieran las 12, hice una pausa en el trabajo y busqué un refugio donde poder hablar. La espera se hizo eterna hasta que vi su nombre encenderse en el chat.
- Ya creí que no vendrías - le dije
- Después de todo lo que me dijiste ayer, no podía faltar - dijo devolviéndome un guiño - ¿Quedamos a las cuatro?
- Me han puesto una reunión sorpresa, pero podría llegar un poco más tarde
- Avísame cuando termines y te doy mi dirección - Me dijo, y acto seguido me dejó una dirección de correo
La consteté rápidamente por el correo, y nos intercambiamos varios mensajes como si de un chat se tratara, antes de volver a la labor profesional, que se hizo larga y eterna, aunque llevadera por lo que nos esperaba al finalizar el día. Por esa mala costumbre que tenemos, la reunión se alargó más de lo previsto, y ya estaba yo desesperado imaginándola a la espera de mi mensaje que no llegaba nunca. Recogí rápidamente mis bártulos y camino del coche le escribí confirmando que había terminado y ponía rumbo a la zona donde vivía. A la zona, porque el detalle exacto quedaba pendiente de su respuesta.
Conduje tan rápido como el tráfico me lo permitía y llegué a su barrio sin que hubiera llegado ninguna contestación. Busqué un lugar donde aparcar, y le envié un nuevo correo confirmando mi llegada, aunque más tarde de lo previsto. Tampoco llegaba respuesta y me recliné en el asiento con los ojos cerrados, a la espera de su respuesta. El teléfono se agitó y me confirmó los detalles finales. Me acerqué caminando hasta el portal indicado, me abrió la puerta del portal sin contestar y subí hasta la quinta planta notando un cosquilleo nervioso en mi estomago. Abrió la puerta de su casa, algo en penumbra, por fin nos veíamos. Me tomo de la mano, me invitó a pasar y me hasta el salón por un largo pasillo, y mientras yo contemplaba su silueta y su cuerpo cimbrearse bajo un vestido sedoso.
- ¿Quieres tomar algo? - Me pregunto volviéndose hacia mí
- Un beso - Contesté, mientras tiraba de mi mano hacia mí sin soltar la suya, y ella se acercaba a mi.
La bese en una mejilla, busqué la otra, pero en el camino nuestros labios se rozaron y luego se buscaron como imanes. Nuestros cuerpos se acercaron más, y sentí sus pechos turgentes rozando mi pecho, y llenándome de calor y calentura. Nuestras bocas se buscaban, se gustaban, nuestras lenguas se retorcían y entrelazaban. Hacía mucho que no sentía un beso como aquel, y todo mi cuerpo se estremecía. Mis manos se abrazaron a su cuerpo, buscando sus rincones sobre el sedoso vestido, y bajo él. Mi mano izquierda acariciaba su pierna, sentía sus medías, y siguió subiendo bajo el vestido, sintiendo a hora la piel de sus muslos, sus nalgas apenas cubiertas, hasta descubrir el liguero que me había compartido en la foto.
Aprovechó mi sorpresa, para separarse un momento y rápidamente quitarse el vestido.
- ¿Me acompañas? - dijo, sugiriendo que siguiera sus pasos
Mientras yo me quitaba el traje, ella se volvió al mueble donde tenía las bebidas para servirnos a los dos. Yo no podía apartar la mirada de su cuerpo, y ella de vez en cuando me miraba de reojo. Me acerqué hacia ella, y puse mis manos en culo, apretando, amasando las nalgas con emoción y pasión, antes de apoyar mi cuerpo contra su espalda y que sintiera mi erección pegada a su culo. Dio un pequeño respiro respingo y un leve gemido, continuando con las botellas, mientras mi nariz se impregnaba del perfume que fluía desde detrás de sus orejas y mis labios probaban el dulzor de la piel de su cuello. Mis manos siguieron caminos dispares, una se abrazaba a su vientre y sus caderas. Buscaban el interior de sus muslos allí donde terminaban las medias, y sentían el calor de un pubis palpitante que humedecía sus braguitas. La otra se sumergía bajo el sujetador, sintiendo el peso de los pechos, amasándolos con deseo, y acariciando los pezoncitos endurecidos y excitados.
No nos tomamos ninguna copa, pero nuestras bocas y nuestros cuerpos quedaron saciados el uno del otro aquella noche. Ella me ofreció su néctar, y mi boca se entregó para saciarse y para saciarla de placer. Mis manos conocieron cada línea de su cuerpo, las dibujaron y exploraron, las acariciaron, las exprimieron, las apretaron, sintiendo a su paso la piel erizada de excitación, y su cuerpo se lleno de mí.
Cabalgamos como jinetes en un viaje sin fin, el uno sobre el otro, hasta encontrar el fin de un orgasmo que sucedía a otro, sólo para comenzar una nueva exploración para colonizar nuestros cuerpos.

Me desperté de pronto. Ya era noche cerrada.
Ningún mensaje en el móvil. Me estiré y acomodé como pude en el coche. Envié otro correo y tras unos minutos esperando sin respuesta pusé rumbo a casa. Conduje pausadamente, preguntándome que habría pasado y llenando mi mente con lo que no fue. Y sigo mirando el buzón.
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GyM
Posted:Apr 2, 2019 4:49 pm
Last Updated:Mar 10, 2022 1:22 am
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- GyM -

Desde la primera vez que vi su perfil me quedé fascinado tanto por su descripción como por su foto, que luego descubrí cambiaba con regularidad y me animaba a buscarla casi en diario pues cada nueva imagen nos regalaba a sus admiradores un nuevo matiz, que hacía más grande mi deseo por conocerla.
Esa era la parte más difícil pues debía coincidir que los dos estuviéramos conectados a la misma hora, y además que mi discreto mensaje llamará su atención entre la horda de proposiciones de todo tipo que la inundaban en cuanto se conectaba. Aun así manteníamos un contacto más o menos regular, no quiero decir que habláramos cada vez que coincidíamos, dónde se sucedieron algunas conversaciones en las que conocimos nuestra situación e intereses mutuos, y otras apasionadas y morbosas donde imaginábamos un futuro encuentro.
La primera vez que nos vimos nos saltamos todas las reglas del perfecto infiel, y fue fruto de la excitación.
Ni que decir tiene que fue uno de nuestros encuentros más morbosos. Cada uno estaba en su casa, casi listos para dormir y echando un último vistazo al teléfono antes de apagar la luz, cuando nos cruzamos en la página. La saludé, y le comente como su nueva foto invitaba a acariciar su piel. A lo que me contesto con un "Me gusta". "Tiene una luz muy especial", Le dije. "Me las hago para que os gusten", me contesto. Le dije que era mucho más que gustar, que invitaban a acariciar su piel, a recorrer su cuerpo con la yema de los dedos, las manos, los labios, dibujando su sinuosa figura y sentir como poco a poco se excitaba y se erizaba su piel. "Mucho", me contesto. "Me encanta que me acaricien, y sentir como te pones cachondo mientras me acaricias". Lo que dada la hora iba a ser un saludo rápido, se fue alargando y caldeando con cada nueva frase.
- Sabes que si me lo pidieras iría a verte ahora mismo - le dije.
- mmmm- contesto de inmediato - Que rico sería. ¿Tienes coche?
- Claro
- Te gustaría venir ahora y meterme mano en tu coche
- más me gustaría meterme en tu cama
- Pero tendrías compañía del dormilón, jaja - me dijo
- Entonces me quedo con el coche, jajaja - me rei
- y cómo me vas a tocar - preguntaste
- uff, como quieras y te dejes. - contesté añadiendo un guiño - Depende de a qué me invites como vayas vestida. Puedo empezar rozando tus pezoncitos sobre la ropa, mientras te beso el cuello. O que me invites a que mi mano se deslice por tus piernas, perdiéndose bajo la tela en busca de tus labios.
- mmmm, vas a tener que descubrirlo cuando me recojas Te espero entonces
- ¿Ahora?
- Claro que ahora, después de lo que me has dicho antes ya estoy deseando sentir tus manos en mi cuerpo
En ese momento me quedé bloqueado, pues aunque lo deseaba más que nada en el mundo no esperaba semejante invitación en ese momento.
- Vaya, es que no se si podría salir ahora - dudé - ¿tu puedes? - La pregunte para evitar ser el que decía que no.
- Si tu puedes, yo puedo. Dime que me esperas en la puerta y yo estaré
Me cercioré de que todos dormían profundamente en mi casa, y evitando hacer ruido, solo con el pijama y un abrigo me deslicé fuera de mi casa en busca del coche. Mientras bajaba a mi coche me dió su dirección y en apenas 10 minutos estaba en la dirección que me había dado. No había nadie en la calle y yo miraba a todos los portales donde alcanzaba mi vista, hasta que vi una sombra en movimiento que corrió hacia mi coche, y al iluminarse con las luces la descubrí solo cubierta por un camisón semitransparente.
- Estoy congelada - dijo nada más entrar - Rápido, aléjate del portal no vaya a pasar algún conocido
Intenté concentrarme en buscar una calle más oscura y tranquila mientras ella me miraba. Cuando detuve el motor repitió de nuevo: "estoy congelada". Yo iba a arrancar el coche para poner la calefacción, pero ella detuvo mi mano y dijo: "No, mejor tu"
Mientras la miraba, frotaba sus brazos y sus hombros, y a la vez que percibía la suavidad de su piel, sentía como entraba en calor. Como entraba en calor, y como sus pechos, sus pezones, se iban marcando bajo el encaje del camisón. Deslicé un tirante, luego el otro, y ella misma fue la que dejó al descubierto sus tetas. Tan hermosas, tan apetecibles, tan excitantes, mucho más que la imagen de sus fotos. Mis dedos acariciaron uno de sus pezones, que fruto de la excitación se contrajo abruptamente. Acerque mis labios al otro, y comencé a besarlo y mordisquearlo, mientras sentía como se endurecía en simetría con su gemelo, mientras la fragancia de su cuerpo inundaba mi nariz.
Soltó un gémido, y sus manos comenzaron a tantear buscando mi regazo, donde mi polla excitada quería escapar entre la tela de mi pijama.
Una de mis manos comenzó a acariciar sus muslos, y sentía su piel erizada, mezcla de frío y excitación. Se deslizó bajo el camisón hasta alcanzar el delicioso bosque que protegía su pubis, lo que le provocó un leve respingo y otro gemido, a la vez que su mano dibujaba la forma de mi sexo excitado por encima de la ropa. Mis dedos se entrelazan en sus vellos, y se abrían paso hasta alcanzar sus labios y sentir la humedad que encerraban y que quería escapar. Subí la mano hasta su vientre, dibujé el contorno de su cintura y sus caderas, sintiendo la tersura de su piel, sus nalgas, de nuevo sus muslos para volver a sentir su pubis velludito entre mis dedos, mientras ella entreabría sus piernas invitandome a seguir más adentro. Empapados de sus jugos más íntimos, lleve mis dedos a mi boca mientras nuestras, miradas se cruzaban y sus manos desenterraban el tesoro que buscaban. Y sentí un sabor tan intenso, tan profundo, tan cargado de deseo que encendía más el mío.

No soy capaz de recordar cuanto duro aquel el encuentro, ni todo lo que hicimos, pero mi memoria guarda celosamente la sensación de sentir y acariciar su piel por primera vez, la excitación que me transmitía, y aquel olor y sabor de esa maravillosa mujer en celo que probé por primera vez aquel día, y que todavía me tiene atado a ella.
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Patio de recreo
Posted:Feb 20, 2019 4:09 pm
Last Updated:Jul 26, 2019 12:24 am
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Una recomendación:

La siguiente entrada: Solo follemos del blog "Love in front of Sex" de NymphNielsen.

Toda una declaración de este patio de recreo para adultos.
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Encuentro ( II )
Posted:Feb 20, 2019 3:04 pm
Last Updated:Mar 7, 2022 10:03 am
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Encuentro ( II )

Subías en el ascensor buscando el número de habitación escrito en la reverso de la tarjeta.
Era una caligrafía desaliñada, suficientemente clara como para no perder el rumbo, pero definitivamente desaliñada. Lo que te hizo pensar, recordando las historias de época donde se intercambiaban mensajes en sobres lacrados, que jamas un hombre con esa caligrafía casi en descomposición hubiera podido despertar tu interés. Bendita tecnología pensaste, recordando las intermitentes, pero siempre cargadas de pasión y deseo, conversaciones mediante intercambios de correos a veces leídos y contestados camufladamente en el curso de una aburrida reunión de trabajo que llevaban tu mente y sobre todo tu cuerpo a otra dimensión, manteniendo la compostura profesional mientras sentías como se humedecían tus braguitas bajo tu falda.

Ciertamente no había sido la caligrafía sino la capacidad de expresar de encontrar y unir las palabras adecuadas en cada momento, para despertar en ti deseo, excitación, expectación por un encuentro que a cada mensaje intuías un día sería deseo y hasta necesidad para ambos, lo que llamó tu atención en el primer instante, y día tras día, mensaje tras mensaje, fue cimentando y haciendo crecer aquella no relación.
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- Encuentro (I) -
Posted:Jan 13, 2019 9:55 am
Last Updated:Mar 6, 2022 4:57 pm
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- Encuentro ( -

Aquel iba a ser nuestro primer encuentro cara a cara, y nunca mejor dicho. Aunque habíamos intercambiado algunas fotos, deliberadamente nunca nos habíamos mostrado nuestro rostro al completo. Conocíamos nuestros labios y boca, y los anhelábamos, e incluso pinceladas de alguna mirada se había deslizado en algún momento, pero para mantener el misterio y el morbo que nos unió inicialmente proseguimos de forma instintiva con esa precaución inicial de los mundos virtuales donde nos guardamos de no descubrir nuestro yo real.
De hecho la nuestra había sido hasta ese momento una relación cuasi epistolar, pues nuestros horarios se cruzaban caprichosamente y habían sido pocas las ocasiones en que coincidimos en el chat, o hablamos por teléfono.
A pesar de esta adversidad, nuestras palabras habían alimentado nuestra imaginación y despertado nuestro deseo, llenando la ausencia de un diálogo fluido. Habíamos imaginado hipotéticas citas, encuentros, y aprendido a hacer aflorar nuestro deseo y placer, hasta querer hacer real una de aquellas hipotéticas citas lo que nos había llevado hasta este día.
No fue sencillo encontrar el día que encajara entre las obligaciones profesionales y personales de cada uno, y hubo varias tentativas previas canceladas, pero finalmente había una cita inamovible en la agenda de ambos.
Desde el momento en que desperté mi mente estaba centrada en nuestro próximo encuentro y filtraba cualquier otra información que recibía como no relevante. Bajo la ducha, mientras me enjabonaba, iba recordando algunas de nuestras conversaciones, dibujaba en mi mente las imágenes de tu cuerpo e imaginaba como sentiría tu piel en mis dedos, en mis labios, lo que hizo que me excitará y me provocó una tremenda erección, que acaricié con mis manos enjabonadas, como si fueran las tuyas.

Mientras seguía con mi ritual matinal, escogiendo la ropa del armario, te imaginaba en la misma tesitura, emocionada, excitada pero también con cierta inquietud por saber quien se escondía detrás del enigmático nick, al menos tu habías compartido tu "verdadero" nombre. Seleccionando un vestido ajustado, cambiándolo por un conjunto de falda ligera y vaporosa, o quizás mejor ese pantalón ceñido que te obligaba a cambiar las braguitas que habías elegido antes. Y te imaginaba sentada a los pies de la cama, enfundando con delicadeza tus piernas con unas medias a las que yo envidiaba por ser las primeras en acariciar tus piernas.

Nos habíamos citado en la cafetería de un hotel, y acordamos que el primero en llegar enviaría un mensaje al otro para decirle en qué mesa se había sentado, eligiendo una ubicación discreta en la que poder hablar sin demasiados testigos curiosos. El primer mensaje fue tuyo: "He llegado. Última mesa en la ventana izquierda"
-Me retrasaré un poco, disculpa - contesté acompañando mi mensaje con una carita de pena - un problema con el coche.
- Te espero con un café, pero no tardes que se enfría.
- Descuida, que ya me urge llegar, jeje. ¿Estás sola?
- Casi. Hay un hombre con barba como tú que me ha comido con la mirada al llegar. He pensado que serías tu, pero está mirando un ordenador y móvil.
- Yo también te hubiera repasado, pero seguro que no hubiera podido volver a concentrarme, jeje - A lo que me contestaste con un guiño.
- ¿Te puedo proponer un juego mientras se enfría tu café?
- Depende, quiero tomarme mi café calentito - contestaste
- ¿Dejarías abandonadas tus braguitas en la percha de un WC del aseo de caballeros?
No me contestaste, pero al poco me llegó una foto de tus braguitas colgadas acompañadas del texto: "Se me va a enfriar "
Según me contaste luego, al principio te quedaste un poco perpleja pero sin contestar a mi mensaje te dirigiste a los aseos, el juego podía ser divertido y excitante. Algo nerviosa, ibas a entrar primero en el de mujeres y luego entrar rápido en el de caballeros, pero al final entraste en el de caballeros. Había un único WC, entraste y echaste el cerrojillo. Te quitaste las braguitas y las colgaste en la percha. Sacaste el móvil e hiciste la foto que me enviaste después. Al ir salir, oíste a un hombre entrar en el aseo, y esperaste en silencio detraes de la puerta, pendiente de que saliera. Volviste a tu mesa, y al sentarte viste que el hombre del ordenador no estaba ya, y estabas sola en esa zona de la cafetería.
Al poco se acercó el camarero y te entregó una cajita cerrada con un lazo, diciendo que un caballero había solicitado que se te entregara. Con sorpresa, le diste las gracias al camarero y miraste alrededor, pero según me dijiste no viste a nadie.
Antes de que abrieras la cajita te llegó otro mensaje mio, está vez una foto, en la que reconociste tus braguitas pegadas a una nariz, y un rostro con barba. El texto que la acompañaba sólo decía: "Delicioso aroma". Rápidamente abriste la cajita donde encontraste tus braguitas junto a una tarjeta...
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- UN SUEÑO REAL -
Posted:Dec 28, 2018 5:08 pm
Last Updated:Mar 5, 2022 5:09 pm
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- UN SUEÑO REAL -

- Algunos sueños se hacen realidad, otros no....

Fueron tus últimas palabras cuando nos despedimos el último día que chateamos, y que se quedaron bailando en mi mente. Fue sólo una charla, ya que ese día las circunstancias no dejaron que nos viéramos, aunque los dos estábamos deseando vernos desde el momento que cambió a verde el semáforo de estado del chat. Charla muy intensa, como lo todas contigo, cargada de deseo, que había terminado con nuestros cuerpos excitados, tus pezones endurecidos apretados bajo tu ropa interior que añadían dos botones a tu virginal uniforme, y que ninguno de tus pacientes estaba en condiciones de apreciar. Los únicos serían el médico, o el enfermero, del turno de tarde, pero ambos habían terminado su turno y sólo quedaba mi mente para recordar y apreciar tu cuerpo excitado tal y como me lo habías contado. Mi mente, y mi cuerpo, que andaba tan caliente o más que el tuyo y contaba con la ventaja, que yo creía que tu no tenías, de poder dejar ir mi imaginación pensando en ti y mis manos para terminar lo que había quedado inconcluso en nuestra interrumpida conversación.
Luego me confesaste que el mío no había sido el único orgasmo que hubo aquella noche entre nosotros, y que una vez pasada la emergencia que nos interrumpió te encerraste en el cuarto de guardia, aflojaste tu ropa, y dejaste que tus manos se deslizaran bajo tu ropa interior, cerrando los ojos y sintiendo en tu mente que no eran tuyas sino mías las manos y labios que te acariciaban hasta hacer estallar todo tu cuerpo de placer.

Durante todos los días en que no volvimos a coincidir, en mi mente resonaba aquella frase que nos había despedido, como una incógnita indescifrable. ¿Cuál de aquellas dos opciones sería la que se hiciera realidad? Debía ser creyente, tener fe, o dejarme llevar por mi racionalismo habitual y desistir de la esperanza sin luchar. Todos los días amanecía cargado de fe en el milagro, tan grande como era mi deseo por ti, pero al terminar el día sin que ni siquiera hubiéramos contactado me llenaba de desesperanza antes de cerrar los ojos para dedicarte el último pensamiento, y dejarme llevar por la pasión y el deseo antes de que me alcanzara el sueño.

Otra mañana más, al despertar, lo primero que hice fue encender el portátil para ver si estabas conectada. No hubo suerte, pero de pronto me di cuenta que habías dejado un mensaje en mitad de la noche. Muy corto pero conciso: "Te espero esta tarde, a la salida del trabajo".
Inmediatamente me invadió la emoción, y se me aceleró el pulso, que bombeaba la sangre acelerada por todo mi cuerpo. Los sueños se hacen realidad, gritaba una voz en mi cabeza. Me duché, me preparé y me fui a trabajar sólo pensando en el momento en que acabara la jornada para iniciar el viaje. El día pasó bastante rápido, y sólo hasta el momento de salir me dí cuenta que no sabía cual era mi destino. Rumbo a Salamanca sí, pero y una vez allí... ¿Habría malinterpretado tus palabras fruto de mi deseo de hacer realidad ese sueño? Antes de terminar y salir abrí de nuevo Skype, y allí encontré un segundo mensaje. Me dabas tu número de teléfono para que te enviara un mensaje, y devolverme otro con el lugar de la cita. Te envié el mensaje y fui al coche para ponerme en camino. Con cierta inquietud porque tu mensaje no llegó hasta que me encontraba a 10 km de Salamanca, y añadía un tramo mayor hasta el destino final. Pareciera como si quisieras mantener la tensión en cada minuto, para que la emoción fuera incrementándose gradualmente. Cómo era previsible llegué antes de que terminara tu turno, y esperé aparcado donde me habías dicho. El único coche.
Pasaron sólo unos minutos que parecieron horas hasta que apareciste en la puerta. Salías sola, pero recuerdo que pensé que aunque hubieran salido tres hermanas gemelas hubiera sabido cual de las tres eras tu. Llevabas todavía tu uniforme de trabajo, recatado pero no podía ocultar del todo tu femenina figura, la mirada a cubierto tras las gafas de sol, y el pelo recogido, que soltaste con un gesto de tu mano izquierda mientras tu cara se iluminaba con tu preciosa sonrisa mientras caminabas hacia mi. Yo te esperaba parado delante del coche disfrutando de cada uno de tus pasos hasta que llegaste a mi altura, y te quitaste las gafas. Tus preciosos ojos atraparon mi mirada, y ni siquiera me di cuenta que acercabas tu cara a la mía para intercambiarnos un beso. Torpemente corregí mi gesto, ayudado por tu mano que acariciaba mi barba y acercaba mi cara a la tuya, mientras sentía tus pechos contra mi pecho y tu aroma me embriagaba...

- Estoy agotada - me dijiste - Fue un día terrible, un poco triste, pero prefiero no hablar de ello ahora que estás aquí.
Te abrí la puerta del coche y te acomodaste en el asiento del copiloto recostando la espalda, estirando las piernas, y cerrando los ojos.
- Me tendrás que guiar, estamos en tu territorio
- Te importa si vamos directamente a mi casa y comemos una pizza - susurraste con tu dulce acento - ya tengo ganas de estar en casa, y más aun hoy que estoy bien acompañada
Tus palabras hicieron que me sonrojara. Antes de arrancar, acaricie tu mejilla y tu pierna, y me devolviste una sonrisa.

Llegamos hasta tu casa y subimos por las escaleras. Yo te seguía, hipnotizado por el balanceo de tus caderas acompasado a cada escalón. Entramos, después de que forcejearas con la cerradura que se resistía, y me invitaste a pasar.
- ¿Enciendes el horno y me preparas una cerveza? - Dijiste mientras desaparecías por una puerta
- Por supues..
- Hay en el refrig.. - alcancé a escuchar que decías desde el otro lado de la puerta
Fui a la cocina, y mientras buscaba el abrebotellas llegaba a mis oídos desde el otro lado de la puerta el sonido del agua corriendo y te imaginaba en la ducha, envidiando al agua que acariciaba tu piel.
- Lista, no sabes cuanto lo necesitaba
Apareciste de nuevo, fresca, el cabello ligeramente mojado, con tus gafas de ver, y cómodamente vestida sólo con una camiseta ajustada de tirantes y unas braguitas que revelaban tus curvas mas femeninas.
- Te pusiste las gafas - comenté
- Para verte mejor - contestaste
- Por eso no me quito las mías, aunque se me están empañando al verte tan hermosa - dije mientras mi mirada recorría todo tu cuerpo, recreándose en los pequeños detalles como tus pezoncitos erizados que se apretaban contra la camiseta, o la tersa piel de tus muslos.

- No tengo para elegir - dijiste mientras entrabas en la cocina, sacabas una pizza del congelador y la metías en el horno.
- Si es tuyo, te lo como todo - te contesté pícaramente
Volviste al salón y sinceramente no recuerdo bien que ocurrió exactamente, si primero fue mi mano la que rodeo tu cintura y te acerco a mí, si fue tu mano la que acaricio mi cara y te acercaste a darme un beso, si simplemente me giré torpemente cuando entrabas y quedamos uno frente al otro casi pegados, separados por un 1 cm o quizás 1 mm, que no era distancia suficiente para aguantar la atracción de nuestros cuerpos, si fue, si fue... No, no recuerdo como fue, pero un momento después nuestros labios se buscaban, mis manos se agarraban a tu cintura y a tus caderas, tus pechos se apretaban contra mi pecho, tus manos se agarraban a mi cuello como si por un momento me fuera a escapar. Escapar de ti, imposible escapar de ti, sólo con tu llamada en la mañana ya sabía que estaba atrapado, condenado a desearte, a adorarte, a hacerte gozar, a hacerte llevar más allá de la pasión. Desabrochaste mi pantalón, y entre los dos lo empujamos al suelo, y posaste una de tus manos entre mis piernas para sentir como crecía mi excitación. Besaba tu cuello y una de mis manos se deslizaba sobre tu pecho, dibujando la curva de tu escote, la redondez de tus pechos, y sintiendo el pezoncito endurecerse cada vez más por encima de la tela.
Era un sueño real, sentir mis manos sobre tu piel, mis labios sobre tu piel, sobre tus labios, sentir tu cuerpo ardiente, mis dedos deslizándose bajo tu ropa, buscando sentir toda tu piel. Desnudándote poco a poco para que mis labios y mis manos recorrieran cada centímetro de tu cuerpo, y mi cuerpo se encendiera cada vez que saboreaba tu cuerpo. Te dejaste caer sobre sofá, deslicé tus braguitas y entreabriste las piernas entregándome tu secreto, para que me entregara a tu placer. Tan hermoso, tan excitante, solo acercarme y sentir tu aroma ya provoco que mi erección fuera todavía más vigorosa. Al sentir mis labios sobre tu pubis, un pequeño escalofrío recorrió tu piel. Lo besé dulcemente, y comencé a lamerte, suavemente, largos lametones, llenándome la boca de ti a medida que te ibas humedeciendo y entregándome tus dulces jugos...
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- AMARGO DESTINO -
Posted:Dec 6, 2018 5:52 pm
Last Updated:Mar 3, 2022 3:30 pm
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- AMARGO DESTINO -

Se habían conocido como compañeros de asiento en un vuelo transoceánico de esos en los que el tiempo pasa lentamente, se te agarrotan las piernas, y se aburre uno infinitamente salvo que se tenga la fortuna de compartir asiento con un agradable compañero de asiento. Y precisamente, fruto de desagradables experiencias, acostumbraba a ignorar a sus compañeros de asiento, y procuraba centrarse en un libro, o aprovechar para dormir lo que no había dormido en la semana.

Iniciaron una conversación de forma casual, cuando ella se quejó amargamente de la calidad de la comida, que ni remotamente se parecía al nombre que la describía, y él, avezado viajero por motivos profesionales, le comentó que no se quejara demasiado porque les había tocado un menú de los "buenos". Y cómo siempre hacía le recordó su experiencia con el inefable "poisson" que más recordaba a un "poison" en su primer viaje con AirFrance, a quien quiso darle el beneficio de la duda engañado por el renombre de la cocina francesa, y que no al final no fué más que un pésimo aeromenú.

El regresaba a casa después de 2 meses de trabajo, y ya se sentía con ganas de volver a escuchar el seco acento de sus compatriotas, en lugar de ese silabeante y cimbreante acento del portugués que hablan al otro lado del océano y que ya le resultaba cansino.

Sería porque ya se sentía rumbo a casa, porque ya no hablaba en portugués por motivos laborales, pero la conversación con su compañera de asiento se animó, y el acento de su compañera, que ya no asociaba con el trabajo le pareció ahora dulce como la miel. Hasta ese momento el apenas se había fijado en ella pero se dio cuenta de lo hermosos que eran sus ojos. Ojos de gata, pensó, recordando la canción. Ojos de gata, pero cuerpo de pecado estalló una frase en su mente cuando ella se levanto más tarde para ir al aseo, y lo que cimbreaba no eran su acento brasileño, sino su imponente y curvilíneo cuerpo. Mientras ella estaba ausente, su imaginación y su mente volaron y una repentina erección abultó su pantalón, que apresuró a cubrir con la manta del avión para que ella no lo notará al regresar a su asiento.

Cruzar un océano da para mucha conversación, y esa noche compartieron muchas confidencias e intimidades, y sintieron que se establecía una sintonía entre ambos que deberían seguir explorando y madurando. Cómo ella tenía reservado un viaje a París para el día siguiente, se citaron para cenar al cabo de una semana, él se encargaría de la reserva del restaurante y le enviaría un mensaje al móvil con la hora y lugar de la cita.

Pero no fue un solo mensaje. Después del mensaje de la reserva de la cena, se fueron sucediendo más mensajes uno tras otro. Pasaron la semana intercambiando mensajes por el móvil, en algunos momentos casi como en una partida de ping-pong. Y se fueron seduciendo mutuamente. Siempre pocas palabras, los mensajes no daban para más, pero parecía que cada una de ellas muy precisas y acertadas, como poetas escogiendo delicadamente las palabras de sus versos. Confesiones de admiración, de deseo. En la distancia se recordaban, y se imaginaban con más detalles de los que podían recordar. Él le confesó cuanto le excitaron sus curvas cuando se ausentó al aseo. Ella como anhelaba acariciar su tupida barba, y sentirla rozar sobre su piel. Él, cómo al cerrar sus ojos venía a su mente su mirada felina. Ella, como deseaba sentir sus brazos rodeándola y escuchar su voz profunda susurrándole al oído "coisas bonitas". Intercambiaban los mensajes en las noches, robándole horas al sueño, y aún así se soñaban y se deseaban mutuamente esas noches y ambos esperaban con ansiedad volver a encontrarse. No sabían que sucedería después de la cena, ni querían confesarse abiertamente lo que deseaban que pasara, pero ambos creían saber que el deseo era mutuo e irrefrenable y sólo habría una forma de acabar aquella cita.

La noche de la cita ella no apareció. Él nunca supo que ella tuvo que regresar apresuradamente por una urgencia familiar, que la llevó entre lágrimas al aeropuerto de regreso a casa. Él la llamó con insistencia al teléfono, pero con los nervios de la noticia ella perdió su teléfono, y compró una nueva línea nada más aterrizar.
Sólo cuando pasaron las semanas, ella se dio cuenta de la cita perdida. Recordó los mensajes intercambiados, y el deseo surgido aquellos días. Se extrañó porque el no la llamó, y quiso llamarle, y fue entonces cuando comprendió que con el teléfono perdido había perdido no sólo los mensajes sino cualquier posibilidad de volver a contactar con él.

Todavía hoy, pasados los años, cada vez que él vuela sobre el océano y recibe la bandeja del menú, viene a su memoria aquel encuentro que fue y no fue. Y busca con esperanza entre todo el pasaje aquellos ojos verdes y aquella sonrisa que le cautivaron, y aquellas curvas que tanto deseo y nunca volvió a ver. Y así, sigue sin hablar con los compañeros de asiento, porque se reserva para ella confiando que el destino vuelva a unirlos como aquella vez.
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